
20+ ✦ She/Her ✦ Cat · Es · Eng ✦ INFJ ✦ AcuarioEstoy aquí para practicar mi escritura, que hace mucho tiempo dejé.🌷MasterlistTambién estoy en Wattpad y AO3Instagram ✦ Carrd
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Usually Its Video Games Instead Of Music But This Is Pretty Much Accurate Hehe

Usually it’s video games instead of music but this is pretty much accurate hehe
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Capítulo 1

Frío. Tenía mucho frío. Y miedo, porque sólo sentía sus manos y pies húmedos y helados. Su cuerpo, si lo tenía, no obedecía los intentos de despertarse y salir de esa pesadilla de color oscuridad que no se puede ver. Tenía que relajarse, era sólo un sueño, así que se concentró en su respiración, sentir como el aire entraba en su cuerpo por su nariz hacia los pulmones. Poco a poco, las partes de su cuerpo se fueron uniendo a ella como un puzle y pudo notar cómo la sangre volvía a fluir por sus venas.
Una gota mojó su mejilla.
Seguida por otra.
Y otra.
Y otra más.
Estaba diluviando.
Abrió rápidamente los ojos, aturdida, esperando ver alguna gotera en el techo. Pero no había.
De hecho, por no haber, no había ni techo ni cama. _____ estaba completamente empapada, rodeada por una niebla espesa y amarillenta. Rápidamente, se levantó del suelo en el que estaba tumbada, pero regresó a este a la misma velocidad con la que se había despegado. La sangre latía con fuerza en su cabeza adolorida, como cuando le entraba agua por la nariz al tirarse en la piscina. Tampoco podía oír nada por el pitido agudo y constante en sus oídos.
Intentó volver a ponerse de pie, esta vez más suave y lentamente, pero el mundo giraba a su alrededor y ella sobre sí misma, intentando poner su atención en algo, pero sólo veía lo que parecían ser cajas de cartón. Las orejas le dolieron cuando se le destaponaron y el ruido ensordecedor del agua se metió dentro de su cabeza.
Estaba mareada, había empezado a hiperventilar y por más que intentara recuperar el control de su respiración, no lo lograba. Sentía el cuerpo débil y la cabeza ligera. No quería desmayarse, no allí. Tras varios intentos fallidos, logró ir liberando suspiros profundos y poco a poco, fue entrando en sí.
¿Dónde estaba? La niebla no dejaba ver del todo bien, pero por la oscuridad que había a sus espaldas en contraposición a las luces amarillas que había más adelante, parecía una especie de callejón sin salida. Inspeccionó detenidamente su cuerpo en busca de pistas o heridas de las que tuviera que estar al tanto, pero sólo presentaba algunos rasguños de su caída de antes, nada que pudiera resultar alarmante.
«Vale».
Tenía que salir de allí e intentar descubrir cuál era su paradero. Llamar a alguien por teléfono no era una opción porque lo único que llevaba encima era su pijama empapado y sucio, lo que significaba que tampoco tenía dinero o algo para identificarse. «No». Aquel era un muy mal momento para estresarse por eso. Primero, intentar saber dónde estaba. Después, pensar qué hacer.
Apoyó los brazos en la pared rugosa que tenía a su izquierda y se guio deslizando sus dedos por ella para poder ir avanzando entre la niebla sin tropezarse, hacia las luces del final del callejón. Mientras no fueran las del final del túnel, todo iría bien. Poco a poco se podían empezar a vislumbrar las luces procedentes de coches y farolas, los ruidos de la calle eran también más perceptibles porque la lluvia iba amainando.
Había llegado a una plaza circular con algunos bares y restaurantes ya cerrados, tampoco había nadie paseando porque debían ser altas horas de la noche. Los coches que circulaban por la calle que había al otro lado iluminaban de manera intermitente con sus faros el tramo que llevaba a la plaza. A su izquierda, la pared se alzaba en un gran edificio de cuya fachada colgaban banderas pertenecientes a la Unión Europea. Eso era una muy buena señal, por lo menos en principio no se había movido de Europa o por lo menos se trataría de una embajada.
Al estar quieta de nuevo, volvió a notar el frío en el cuerpo. Necesitaba desesperadamente un lugar en el que resguardarse y entrar en calor. Observando sus alrededores en busca de un refugio, se percató de que los carteles no estaban ni en catalán ni en castellano. «Raro». Al principio no se había dado cuenta porque las palabras “bar” y “restaurant” eran iguales en catalán, pero la información de los menús y especiales parecían estar escritos en francés y otro idioma que en ese momento no reconocía.
Volvió a inspeccionar la plaza con la mirada en busca de pistas o lo que fuera que le ayudara a saber qué estaba pasando. Se dirigió hacia el centro de la misma, mirando de un lado a otro hasta que ató cabos. Qué tonta, las banderas. La bandera belga que colgaba junto a la de las estrellas debería haberle dado una idea clara de dónde estaba.
Supuso un gran esfuerzo no dejarse llevar por la histeria. Reír, llorar, no sabía qué quería hacer. Nada. Genial. Maravilloso y esplendoroso eso de irse a dormir y despertarse a tomar por saco de casa. ¿Seguro que no seguía dormida? No. La bofetada que se había dado dolía un huevo.
A ver, que podía intentar volver a casa andando, pero no tenía comida, ni bebida, ni dinero, nada de nada que le permitiera sobrevivir la caminata kilométrica hasta casa. Tampoco tenía un mapa para seguir una ruta clara y no perderse. La cosa pintaba chunga y no quería abandonar aún la posibilidad de estar soñando, para mantener la esperanza y eso.
Por lo menos, si necesitaba alguna cosa, podía intentar hacerse entender con su francés pisado gracias a la optativa de francés del instituto o podía probar si la entendían en inglés, porque el neerlandés como que no.
—Ay, por favor… Con lo a gusto que estaba una en su pisito con sus plantitas y sus cosas… —se lamentó cabizbaja, sentada en uno de los escalones que llevaban al edificio de las banderas. Estaba harta de todo, cansada, enfadada, triste, … Se sentía muy frustrada, pero no tenía fuerzas para llorar. Sólo quería volver a despertarse en su cama.
—¡Hoi, jongedame! (¡Hey, joven -mujer-!) —Una grave voz varonil resonó por toda la plaza y _____ se sobresaltó. Un hombre uniformado se le acercaba con paso acelerado desde el interior del edificio. Parecía un agente de seguridad— ¿Gaat het? (¿Estás bien?) —No solo su estatura, los ojos grisáceos del desconocido resultaban bastante intimidantes. _____ se quedó inmóvil mirando al rubio, con una mano en el pecho para calmar su corazón acelerado por el susto—. Mademoiselle, ¿vous allez bien? (Señorita, ¿se encuentra bien?) —Por fin entendía algo de lo que el hombre le estaba diciendo.
Con voz temblorosa, suspiró un “no” en francés. Los ojos del policía, confirmado ahora que lo veía más de cerca, se abrieron como platos y empezó a hablarle muy rápido en francés. _____ sólo entendía algunas palabras sueltas, pero el hombre tampoco daba tiempo para meterse en la conversación y pedirle que hablara más despacio.
Abrumada, las lágrimas por fin empezaron a brotar de los ojos de _____ y el color se esfumó del rostro del guarda cuando esta empezó a sollozar sin parar a pesar de la vergüenza que sentía por hacerlo frente a un desconocido. No podía más.
El hombre le volvió a hablar, esta vez con un tono más suave para intentar calmarla. Entre llantos _____ le hizo entender que no comprendía qué le estaba diciendo, de modo que el agente intentó comunicarse en inglés mientras le repetía “It’s okay” (no pasa nada/tranquila*) dándole palmaditas en la espalda, logrando, pasado un rato, detener las lágrimas de _____.
Cuando el policía le volvió a preguntar qué le pasaba, _____ permaneció en silencio unos segundos para pensar. ¿Qué le diría y cómo? Porque “Me fui a dormir en mi piso en España y me he despertado en medio del callejón de al lado sin saber por qué” no sonaba muy creíble, por muy verdad que fuera.
—Yo-
—¿Sucede algo? —Una voz dulce procedente de detrás hizo que ambos se giraran.
En la puerta, un hombre de apariencia joven les observaba confuso. El policía se incorporó adoptando una postura muy rígida y le dirigió un saludo muy formal. El joven de la puerta se ruborizó ante esa muestra de respeto y moviendo agitadamente las manos de arriba hacia abajo, le decía que no hacían falta tantas formalidades para dirigirse a él. _____ los observaba a ambos, sorprendida por la reacción del policía y curiosa por el otro joven y lo importante que debería ser para que el otro lo tratara de esa manera.
El agente carraspeó,
—No sabía que aún estabas aquí, ¿a qué es debido? —El joven soltó una pequeña risilla, avergonzado.
—La verdad es que me he quedado dormido en la sala de reuniones —explicó frotándose la nuca con una mano y mirando hacia otro lado—. Cuando me he despertado he visto que no había nadie y me he asustado porque pensaba que me había quedado aquí encerrado —dijo volviendo su mirada hacia el policía y _____. Volvió a reír—. Pero como he visto que el resto de luces estaban encendidas y la puerta de la entrada estaba abierta, he salido a ver si encontraba a alguien—. Tenía una sonrisa boba pegada en la cara, pero _____ sintió cierta ternura hacia él.
Imitando al guarda, se levantó del suelo y los ojos del chico que la observaban se abrieron horrorizados al ver más claramente el estado de la chica: Su cabello aún estaba empapado, tenía la ropa sucia y mojada pegada al cuerpo y sus manos temblaban seguramente por el frío de la noche. Alarmado, les ametralló a preguntas sobre qué había pasado, por qué esa chica estaba en ese estado y si necesitaba ayuda. El policía, habiendo aprendido la lección, le tuvo que detener para que dejara que la muchacha contestara. Quien, apartando la mirada hacia las piedras brillantes del suelo, vaciló un momento, cuestionando si sería buena idea ser totalmente sincera u obviar detalles.
—«A la porra» —decidió—. «Por lo menos, si me encierran en la cárcel o en un manicomio, tendré refugio y comida».
Cuando terminó de contarles su versión de los hechos, levantó tímidamente la cabeza. Las miradas de los otros estaban fijadas en ella. Seguro que el vestido blanco le sentaría fenomenal.
—Necesito pedirte algunos datos —informó el policía. Estaba muy serio. «Oh, oh»—. Para comprobar cuán veraz es lo que nos acabas de contar. ¿De acuerdo? —. _____ asintió. El hombre, antes tan amable, ahora daba miedo. Tenía las cejas rubias fruncidas y sus ojos grisáceos la miraban intensamente, como si buscaran algo.
Empezó por preguntarle su nombre y apellidos; los de sus progenitores, familiares, amigos y conocidos; en qué parte de España, localidad, calle y número vivía; en qué centros había estudiado; si trabajaba, dónde y durante cuánto tiempo; el número del DNI; su teléfono de contacto; nuevamente el teléfono de familiares, amigos y conocidos que recordara; descripciones que recordara de la calle en la que vivía; nombres de vecinos, tiendas u otros lugares que recordara de donde vivía, así como descripciones de estos; dónde nació en caso de saberlo, entre otras cosas más. Una vez satisfecho con las respuestas, el agente se alejó para contrastar la información cuanto antes.
Tenía el cerebro frito de tanto pensar y recordar y el cuerpo le temblaba por el frío y por los nervios que había pasado por el interrogatorio. Se le había revuelto el estómago y sentía que en cualquier momento sacaría lo que llevara dentro. Una mano cálida se posó sobre su hombro izquierdo. El otro joven la miraba con lástima, ofreciéndole su abrigo para cubrirse. Era todo lo que le podía ofrecer por ahora.
—También deberías visitar el hospital, para asegurarnos de que tu salud no corre peligro. ¿Te parece bien? —Preguntó con gentileza el otro. _____ asintió, le dolía la garganta de tanto hablar.
—Pero —carraspeó ella—, si no tengo nada que me identifique encima, ¿cómo lo hago? Tampoco tengo dinero para pagar lo que sea que me tengan que hacer —le temblaba la voz.
—No te preocupes, por ahora yo me haré cargo de eso —sonrió. _____ se preguntaba cómo podía encargarse de todo ese desastre y mostrarse tan tranquilo. De hecho, no entendía por qué se estaba tomando tantas molestias para ayudarla cuando la podría haber dejado sola con el policía y olvidarse del problema.
—Los nombres que me has dado no coinciden con los de ningún residente europeo —interrumpió el policía mientras se acercaba a ellos—, ni apellidos, ni domicilios, ni teléfonos —informó.
«¿Cómo que no coincidían?»
—Tus datos —añadió—, tampoco. El número de DNI que me has dado pertenece a otra persona.
«¿Qué?»
El rostro del hombre se relajó un poco.
—Pero todo lo demás, coincide. Con mucha exactitud. Por tu acento queda claro que no eres de aquí. Tampoco hablas nuestro idioma y tu castellano y catalán son muy fluidos, el nivel de un nativo —. La respiración de _____ estaba atascada en su garganta, esperando el veredicto. El otro hombre más joven también permanecía tenso a su lado, a la espera de las conclusiones del policía —. Por ahora, dejaremos el tema aparte y te llevaremos al hospital. Cuando salgas ya hablaremos —. Bueno, eso era una buena señal, ¿no?
—Voy a hacer unas llamadas, entonces —anunció el otro hombre mientras se alejaba un poco del grupo. Durante el tiempo que tardó, el agente y la joven habían permanecido en completo silencio —. En breve llegará una amiga que nos puede llevar al hospital. Conoce mucho mejor cómo funciona todo por aquí y tiene coche —les avisó regresando con pasos acelerados.
El silencio había vuelto a reinar en esa plaza, cuando _____ lo cortó:
—¿Iré a prisión? —preguntó inquieta.
—¿Cómo? —Preguntaron ambos hombres al unísono.
—Sed sinceros, lo que os he contado puede dar la impresión de que estoy loca. Dudo que me creáis.
—Bueno —rio el del mechón rizado—, la historia sí es rara. Pero… —. No sabía cómo expresarlo.
—Pero tampoco podemos afirmar o negar que estés mintiendo —añadió el hombre más alto.
El coche que había entrado en la plaza les interrumpió. En un instante lo tenían delante. La ventanilla del copiloto se deslizó hacia abajo y una mujer les hizo gestos frenéticos para que subieran al vehículo.
•·················•🐞•·················•
—Mira que hacerme venir a estas horas… —se quejó la mujer rubia lanzando una mirada al joven por el retrovisor.
Los pasajeros se movieron inquietos en los asientos. _____ miraba las calles iluminadas por la ventanilla que había a su izquierda mientras se regañaba mentalmente, procurando que el pánico no se reflejara en su cara: había confiado en unos desconocidos, se había metido dentro de un coche con desconocidos. Desconocidos que parecían querer ayudarla de manera genuina, pero eran, valga la redundancia, desconocidos. ¿Y si en lugar de llevarla al hospital la llevaban a saber dónde? Una chica sin teléfono ni identificación, un blanco fácil para aquellos con malas intenciones. Se había dejado llevar por la confianza que emanaban el aparente agente de seguridad y el chico aparentemente amable.
—Discúlpenos —. La voz del policía la sacó de sus pensamientos—. El señor Vargas consideró que usted era la más adecuada para ayudarnos en estos momentos.
—Siento haberte despertado… —se lamentó el señor Vargas.
—No pasa nada —suspiró la mujer—. Tampoco estaba durmiendo, me había enganchado a una serie y me habéis pillado justo en la parte más intensa —rio.
_____ miró por el cristal del retrovisor para observar más detenidamente a la mujer. Eran poco perceptibles, pero sus ojos verdes eran despampanantes e iluminaban su adorable rostro. La mujer se percató y le dirigió una mirada fugaz.
—A todo esto —dijo mirando al frente—, me llamo Emma. Un placer —le comunicó, esbozando una sonrisa.
—Yo me llamo _____… —contestó e intentó devolverle la sonrisa con las pocas fuerzas que le quedaban en el cuerpo. Volvía a estar agotada.
—¡Es verdad! —se alteró el joven sentado a su lado—. Perdona bella (bonita), no nos habíamos presentado aún —exclamó el ¿quizás? italiano mientras le tendía la mano—. Mi nombre es Feliciano Vargas, ¡un placer! — _____ le devolvió el gesto, ganándose una amplia sonrisa del chico.
—Puedes llamarme Luc —se limitó a decir el policía.
—En nada llegaremos al hospital —informó Emma—. Os dejaré en la puerta de emergencias para que vayáis entrando mientras yo busco un sitio para aparcar. Así no perderéis el tiempo.
Cuando bajaron, las piernas de _____ parecían flanes y tuvo que apoyarse en Feliciano para poder entrar. Afortunadamente, no tuvo que esperar mucho para ser atendida. El italiano se encargó de hacer el papeleo mientras ella era atendida por unas enfermeras muy amables.
—Luc —. El italiano llamó la atención del policía mientras caminaban hacia la sala de espera que había al lado de la recepción—. ¿Puedo hacerte una pregunta? No esta, otra —le consultó, jugueteando inquieto con sus manos.
—¿Está relacionado con el hecho que no he puesto demasiado en duda la historia de _____? —intuyó él.
—¿Cómo lo has sabido? —preguntó el italiano sorprendido. El policía soltó una carcajada.
—Hace mucho tiempo que trabajo con vosotros, y tú eres como un libro abierto —. Bajó el tono de voz—. No es algo raro para mi ver cosas así, ya han pasado cosas difíciles de creer en el pasado. Vuestra propia existencia sería difícil de explicar para los otros humanos —le explicó—. No para mí, claro está. Mi familia lleva siglos trabajando con vosotros.
—Es verdad —rio Feliciano—. Aún recuerdo cómo me regañaba tu abuelo cuando llegaba tarde a las reuniones. Era mucho peor que Alemania —. Volvió a reír disimuladamente para no atraer la atención de los demás hacia ellos. Luc le sonrió.
—Mi abuelo era muy estricto, pero es gracias a él y a mi madre que aprendí todo lo que sé —le confesó—. Hay algunas cosas que me hacen creer que no miente. Pero me gustaría hablarlo cuando llegue la señora Bélgica.
Feliciano sentía mucha curiosidad, pero se tuvo que aguantar las ganas de preguntarle más. Se limitó a asentir con la cabeza y levantarse para beber algo.
•·················•🐞•·················•
Emma entró con paso acelerado buscando a sus compañeros. ¿Qué había pasado y quién era esa chica?
Feli estaba sentado cabizbajo en uno de los bancos cerca de las máquinas de café. La rodilla derecha le iba loca de arriba a abajo, si seguía así la bebida del vaso que sujetaba en sus manos se vaciaría antes de que pudiera beberla. Al otro lado, Luc miraba por la ventana que daba a un patio interior, mirando de vez en cuando el reloj del móvil.
—¿Ha habido algún problema? —les preguntó tomando aire.
—No —le informó Luc—. El señor Vargas se ha encargado de todo y la han atendido nada más llegar.
—¿Me podéis poner al corriente, entonces? —les preguntó la belga mientras se pedía un café solo—. ¿Quién es esa chica? —le preguntó a Feliciano.
—Creo que quién mejor te lo puede contar es Luc. Yo me los encontré más tarde —sugirió señalando al hombre con la mano—. De mientras aprovecharé para dar las gracias a Antonio —avisó mientras sacaba el móvil del bolsillo de los pantalones y se alejaba hacia un rincón más tranquilo, dejando que Luc se encargara de poner al día a Bélgica.
En la llamada anterior le había pillado saliendo de un bar con Inglaterra y Francia, así que a esas horas seguramente España ya estaba descansando en el hotel. Optó por dejarle un mensaje escrito para que lo leyera por la mañana. Se quedó embobado mirando la pantalla iluminada. Había dormido unas cuantas horas, pero seguía demasiado cansado para sacar a su yo más enérgico. ¿Qué hora era? Las doce y trece de la noche. Por suerte no tenía que levantarse temprano para trabajar ese día y tendría tiempo para dormir tanto como su cuerpo le pidiese.
Jugaba con el botón de encendido del móvil, pensativo. Aún quedaba por pagar los servicios médicos porque no les había dado tiempo a preparar una tarjeta sanitaria europea, Antonio solo había tenido tiempo para que la añadieran como ciudadana española. Suspiró profundamente. Luc era humano, con una vida normal y un salario suficiente para llevar una vida decente. Además, ya había hecho más de lo que su trabajo le permitía. Bélgica era muy amable, pero no podía pedirle que pagara así por las buenas, y _____ no tenía dinero.
Esto le dejaba solamente a él. Sabía que se estaba involucrando demasiado, pero sentía que no podía darle la espalda a la pobre chica de esa manera. No después de todo lo ocurrido. Romano le mataría cuando se enterara, pero decidió que ese sería un problema para el Feliciano del futuro y regresó con Emma y Luc.
—Otro motivo por el cual me inclino a creer sus palabras —empezó a explicar el agente—, es que poco antes de encontrarla perdida en la calle, vi algo raro por la ventana —informó—. Mientras guardaba las cosas para irme, me dio la impresión de ver por el rabillo del ojo una especie de luz que parecía venir del callejón por el que apareció—. Las encarnaciones de Italia del Norte y Bélgica le escuchaban atentos—. Era una luz rara, había algo en ella que no me terminaba de cuadrar porque no parecía tratarse de un rayo, de los faros de algún coche o de alguna farola. Fue fugaz, pero durante aquellos milisegundos parecía que había amanecido —. Se pasó una mano por la cabellera dorada—. Lo cierto es que dudaba si había sido producto de mi imaginación, pero bajé de todas maneras para comprobarlo. Fue entonces cuando la encontré.
—Bueno, eso definitivamente sustenta las declaraciones de _____ —afirmó Bélgica cruzándose de brazos—. El problema, de ser este el caso, es qué hacemos con ella. No podemos simplemente dejar tirada por allí y que se espabile una vez salga de aquí.
—Tal vez mañana le podríamos volver a preguntar —sugirió Italia—. A lo mejor estando un poco más relajada recuerda algo más.
—O vuelve a su mundo mientras duerme —consideró Luc—, puesto que es así como llegó aquí en primer lugar. Lo cual facilitaría las cosas.
—En ese caso, puedo ofrecerle una habitación en mi casa —ofreció Emma—. Tu Feli te estás alojando en un hotel y tú Luc ya tienes otras cosas por hacer. Yo puedo vigilarla y avisaros si pasa cualquier cosa.
—¿En serio nos harías ese favor? —se alegró el italiano.
—Sí —le sonrió ella—, no es ninguna molestia.
Entonces ya no había mucho más de lo que preocuparse esa noche. Estaban todos exhaustos, de modo que era mejor dejarlo todo para el día siguiente. _____ tampoco se negó a quedarse esa noche con Bélgica.
*En este contexto, considero que podría traducirse también por “tranquila” puesto que es una expresión que se puede usar para calmar a alguien.
Prólogo 🐞 Capítulo 2
🧾Masterlist
the problem with reading and writing leading to a strong vocabulary is that you tend to know the vibe of words instead of their meanings.
if I used this word in a sentence, would it make sense? absolutely. if you asked me what it meant, could I tell you? absolutely not.
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Capítulo 3

Antes de proceder, quería avisaros sobre que intento ir avisando por Instagram (TigreTulipa) y Bluesky (tigretulipa.bsky.social) de cualquier novedad o actualización sobre la historia. Antes tenía Twitter, pero como el señor ese se lo está cargando ya no sé dónde ir, así que me fui a la red social que conozco mejor después de esa TT-TT. Siento la tardanza, pensaba publicar los capítulos 3 y 4 antes de Navidad, pero no me dio tiempo porque los reescribí para cambiar algunas partes que no me terminaban de convencer. También he logrado sacarme el carnet de conducir tras mucho tiempo :’) Tenía la intención de publicar los capítulos 3 y 4 a la vez, pero he considerado que era mejor publicar por ahora el 3 y darme tiempo para arreglar el 4.
La mirada de _____ se encontraba perdida entre la multitud de la zona de embarque del aeropuerto mientras se distraía haciendo girar la maleta sobre sí misma. Visto que no tenía ni teléfono ni dinero, eso y ver las personas que iban de un lado a otro era lo más entretenido en aquel momento.
Aburrida, giró la cabeza hacia los ventanales que había a su derecha y se encontró con su reflejo, vestido con ropa que le había prestado Bélgica, sobre el cielo anochecido. Hacía rato que el sol se había llevado con él las tonalidades anaranjadas del atardecer para dar paso a los azulados oscuros y las estrellas de la noche, poco perceptibles por la contaminación lumínica de la ciudad.
Qué raro se le hacía referirse a alguien como país. Y qué raro se le hacía que un país tuviera cuerpo humano… Bueno, en cierta forma era más o menos como si fueran los representantes y presidentes de los territorios. Pero unos que eran prácticamente inmortales…
_____ volvió a mirar hacia la gente apretada en la pequeña tienda donde España había ido «un momento», según él, a comprar, pero desistió y puso la atención en sus pies al no lograr ver al español.
«Que sepas que a partir de ahora somos primos» le había dicho Antonio durante el trayecto hacia el aeropuerto. Según él, esa había sido la forma más rápida y fácil de darle unos apellidos nuevos y poder actuar como familiar si se daba el caso.
Eso le hizo recordar las palabras de Alemania.
_____ suspiró y apretó con un poco de fuerza su brazo derecho varias veces. Estaba nerviosa y, aunque Feliciano le había dicho que no la estaba regañando, se sentía culpable por estar allí y recibir su ayuda con la repercusión que-
—¡Ya estoy de vuelta! —anunció feliz España, con ambas manos ocupadas y una amplia sonrisa pegada a la cara—. Ay… —se quejó al sentarse—, uno no puede hacerse viejo —carcajeó, dirigiendo su vista hacia _____. Su rostro adquirió una expresión más seria, pero no dejó de sonreírle.
Casi podía ver cómo los engranajes de la mente de la joven giraban a mil por hora. Convivir con humanos durante tantos años le había permitido leerlos como si fueran un libro abierto.
La pobre chica le sonreía forzadamente, su mirada llena de confusión. Mañana hablaría con ella. Por entonces, con un movimiento rápido, la rodeó por la espalda con el brazo y la acercó a él a modo de abrazo.
—Sea lo que sea, no le des más vueltas al tarro, por el momento —le aconsejó—. Hoy, al llegar, directos a dormir. Mañana ya nos preocuparemos de lo que ronda por esta cabecita tuya —dijo usando el dedo índice para darle toquecitos suaves en la frente.
_____ tomó aire y lo soltó lentamente. Entendía lo que le sugería, pero no podía frenar la cadena de pensamientos. Era frustrante querer hacer algo pero no lograrlo.
Antonio parecía haberlo entendido y le volvió a sonreír, apenado.
—Te prometo que encontraremos la manera de llevarte de vuelta a casa, a tu mundo —le aseguró apretándole ligeramente el hombro con la mano.
La honestidad que había en las palabras de aquel hombre humedeció los ojos de la joven, pero se esforzó en retener las lágrimas para liberarlas en la intimidad y tranquilidad de su nuevo refugio en España. Ya solo le faltaba llorar delante de todos los que había por allí presentes.
•·················•🐞•·················•
Afortunadamente, el vuelo fue tranquilo y apenas hubo turbulencias. Antonio se había pasado casi todo el viaje hablando, las pocas veces que permanecía callado era porque estaba ocupado bebiendo o comiendo. En otro momento le habría resultado abrumador lo que podía llegar a hablar, pero en ese momento _____ se sentía agradecida por no haber tenido oportunidad de retomar lo que su mente había dejado a medias. En algún momento se llegó a plantear si el español lo estaba haciendo adrede.
Tras bajar del avión, fueron a paso ligero a recoger el equipaje y tomar un taxi para llegar a casa de Antonio. Era entrada la madrugada y el cielo era totalmente oscuro, pero la luminosa ciudad no dormía: coches iban y venían por las calles y carreteas, la gente paseaba por las calles repletas de bares y otros locales llenos de vida y por las ventanas de varios edificios aún se podían ver luces encendidas. Poco a poco, fueron dejando atrás el bullicio del centro hasta llegar a una zona residencial más tranquila, donde el estruendo de las carreteras más cercanas quedaba ahogado por los árboles y bloques de pisos.
El taxista detuvo el vehículo delante de un bloque de apariencia bastante sencilla y _____ se bajó somnolienta del coche. A pesar de haber dormido hasta la tarde, el ajetreo del aeropuerto y el vuelo habían hecho que volviera a sentir sus párpados pesados. Temía quedarse dormida de pie si los cerraba ni que fuera unos segundos. Notaba que su cuerpo se iba relajando mientras contemplaba cómo el taxi se iba encogiendo a medida que se alejaba. Se sentía un poco más cerca de su hogar.
Con pasos pesados, Antonio y ella se dirigieron hacia el portal mientras Antonio rebuscaba en un bolsillo de su abrigo para sacar una gran cantidad de llaves que tintinearon cuando este intentaba dar con la correcta para abrir la puerta del edificio. Tras varios intentos fallidos, logró abrir la puerta chirriante. Era un edificio antiguo y por desgracia para sus pies agotados, no disponía de ascensor, así que tocaba subir por las escaleras de azulejos hidráulicos.
—No te preocupes, solo tenemos que subir tres plantas —le intentó animar Antonio.
La subida fue ardua y al llegar a la puerta del apartamento _____ luchó con todas sus fuerzas para no quedarse dormida en la entrada e intentó prestar atención a lo que Antonio le decía mientras le enseñaba rápidamente el lugar y le explicaba cómo funcionaban las cosas. Aparte de la cocina, tansolo se quedó con la ubicación del baño y del dormitorio de invitados, su habitación temporal. Y qué cómodo era el colchón cuando se dejó caer en él…
Mientras se ponía el pijama que le había prestado Antonio, se dedicó a examinar detenidamente su entorno: la tonalidad clara del parqué contrastaba con la madera oscura del armario y de la cama de matrimonio de estilos más antiguos que, a su vez, desentonaban con el resto de muebles un poco más modernos y minimalistas. Por lo que recordaba haber visto, el resto del piso parecía seguir el mismo patrón de contrastes pero sin llegar a ser visualmente incómodo. Parecía que Antonio había intentado modernizar el interior de su casa, pero no se había atrevido a deshacerse de algunas antigüedades.
Unos golpes suaves en la puerta de la habitación hicieron que rápidamente pusiera su mirada sobre esa.
—¿Se puede? —preguntó el anfitrión.
—¡Sí, adelante!
La puerta se abrió poco a poco y Antonio sacó la cabeza para comprobar que todo estaba bien. Acto seguido la abrió por completo.
—Solo venía a comentarte un par de cosas antes de dejarte dormir. —_____ le asintió para que prosiguiera.
—Mañana-, bueno, hoy —se corrigió al recordar qué hora era—, tengo una reunión a media mañana. No tardaré demasiado, pero si tienes hambre o lo que sea, que no te dé cosa beber, comer o hacer lo que quieras mientras no estoy.
—¿Seguro?
—Sí, seguro —le clarificó Antonio—. A ver, mientras no me quemes la casa o algo por el estilo, puedes hacer lo que quieras —se rio el hombre—. Tú, como si estuvieras en tu casa, ¿vale? Si quieres ver la tele, miras la tele. Si quieres leer, lees… Tengo para pintar, tengo películas, tengo juegos, … Usa lo que quieras sin problema.
—Muchas gracias Antonio, eh… España —. El hombre volvió a reír.
—Antonio está bien, no te preocupes. Casi que lo prefiero —confesó tímidamente—. Me hace sentir más… humano, por así decirlo.
—Pues Antonio entonces —le sonrió _____.
—Gracias. —La sonrisa del hombre parecía aún más sincera que todas las que le había dirigido anteriormente—. Espero que duermas bien. ¡Buenas noches! —le deseó antes de cerrar la puerta por completo.
De hecho, sí durmió bien. Se despertó cerca de ocho horas más tarde, aun con la esperanza de haber amanecido en su cama, en su mundo. Pero la realidad era decepcionante. A veces sentía que estaba dentro de un sueño muy largo y que todo a su alrededor era producto de su mente, como cuando algunas veces había sido consciente de que estaba soñando. Otras, tomaba consciencia de la realidad de su situación y sentía miedo y frustración: miedo porque todo era real y su vida se vería severamente afectada por algo que no había podido controlar y se escapaba de sus manos, y frustrada porque tenía que seguir adelante con su vida, un camino que no había elegido, pero que no le quedaba más remedio que seguir.
Estos sentimientos iban siempre acompañados por un sentimiento de culpa por no apreciar lo que los demás estaban haciendo por ella, por sentir que no apreciaba suficientemente la ayuda que estaba recibiendo. Realmente estaba muy agradecida y sabía lo afortunada que era. Pero no podía evitar sentirse contrariada.
Sintió la caricia suave de las sábanas cuando estiró su cuerpo antes de levantarse a subir con cuidado la persiana para dejar entrar la luz de la mañana. El cielo estaba completamente despejado y se podían apreciar sus bellos azules. _____ abrió la ventada para dejar entrar el aire fresco y ventilar la cama antes de hacerla. Entretanto, eligió su vestuario para el día: algo cómodo para estar en casa, tampoco tenía la intención de salir, y salió hacia el cuarto de baño que había justo al lado para acicalarse y estar presentable.
Al salir del dormitorio, oyó un alegre tarareo amortiguado y el sonido de algo cocinándose en una sartén proveniente de la cocina. El ambiente agradable de esa mañana le sacó una pequeña sonrisa y, soltando un suave suspiro, se puso en marcha. Al entrar al baño, vio que Antonio había tenido la amabilidad de dejarle preparados varios utensilios de higiene personal en una cestita de mimbre con una nota que indicaba que, en efecto, eran para ella.
—¡Buenos días y muchas gracias, Antonio! —le agradeció la muchacha al sacar la cabeza por la puerta de la cocina abierta.
El hombre, que estaba hincando el diente a un crujiente bocadillo de lomo aderezado, casi seguro por el olor que desprendía, con ajo y perejil, asintió con la cabeza mientras se cubría la boca para terminar de masticar y balbucear un «no hay de qué» antes de tragar.
—¡Buenos días! —le deseó antes de beber de la graciosa taza de plástico que tenía a su derecha. El asa morada tenía una extraña forma: eran como varios bultos pegados el uno al otro. El color morado predominaba en todo el objeto, con uno de los lados pintado de amarillo y naranja y un “Ferki” escrito en negro sobre el naranja.
Antonio, sintiéndose muy observado, miró de reojo a _____ e intentó descubrir hacia dónde iba su mirada. ¿Alguna mancha que no había visto? Ay, qué vergüenza si tenía restos del bocadillo en la cara… Pero, afortunadamente para su orgullo, era la taza lo que había captado su atención.
El hombre se rio bobamente y, por unos segundos, la joven recordó a Feliciano y pensó que la risa del italiano era más dulce. Avergonzada por dichos pensamientos, intentó deshacerse de ellos tan rápido como habían surgido. ¿Qué estaba haciendo?
—Me gusta coleccionar estas cosas —le confesó el español volteando ligeramente la taza mientras la observaba también—, antiguallas. Aunque puede que esto no cuente como una… Pero el mundo ha cambiado tanto en tan poco… —se lamentó y volvió a sorber de su bebida.
La fragancia dulce del líquido encandiló la nariz de la joven, quien se aproximó tímidamente a la mesa para ver qué era.
—Es Cola Cao. ¿Quieres? —le preguntó Antonio— Aún queda algo en el bote.
—¿Puedo?
—¡Sí, claro, mujer! —le afirmó él, sorprendido por la pregunta—. Espera —le pidió para poder terminarse la bebida.
Acto seguido, se levantó y se llevó de la mesa el plato y la taza para lavarlos en el fregadero y, tras ponerlos a secar, abrió uno de los armarios del gabinete y sacó dicho bote para darlo a _____.
—Y recuerda —le avisó levantando el dedo índice—: Come y bebe lo que quieras y cuanto quieras, mira la tele si te apetece, pinta si quieres también. Lo que te dije antes de ir a dormir. No quiero volver y encontrarte medio p’allá en el suelo, ¿vale?
—¿Seguro? —volvió a cuestionar la joven, aún sin creerse las palabras del hombre.
—Criatura de mi vida, ¿pero por quién me tomas? —insistió con voz dramática Antonio mientras sujetaba suavemente la cabeza de la muchacha con ambas manos— No tengo la costumbre de hacer que mis invitados pasen hambre y tú no vas a ser la primera —aclaró dándole un golpecito en la punta de la nariz.
Silencio.
—¿Y bien? —cuestionó Antonio alargando excesivamente la “e”. Intuía lo que se venía.
—Es que… Me sabe mal —insistió ansiosa _____.
—Pues que no te sepa —contestó divertido por la situación—. Y antes de que digas nada más, ¿tú qué harías en mi situación? —dijo cruzándose de brazos.
—Ofrecerte comida —contestó apenas audible.
—Pues eso —rio Antonio—. Que no te sepa mal, de verdad —reiteró el español—. Y si ves que falta algo, lo puedes anotar en la libreta que hay justo al lado del microondas, ¿de acuerdo?
_____ asintió con la cabeza.
—¡Perfecto pues! —se giró de repente para agarrar la cartera que colgaba de la silla—. Me voy que llegaré tarde. Si pasa cualquier cosa —añadió antes de salir pitando por la puerta y rebuscó en el bolsillo de su camisa blanca para sacar un papel en el que anotó rápidamente un número largo—, llámame usando el fijo, ¿vale?
—Todo claro, jefe —respondió sonriente y con voz firme. Antonio se rio de nuevo.
—¡Pues hasta luego! —se despidió—. ¡Llegaré antes de comer así que si te apetece podemos comer fuera! ¡Adiós!
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El tictac del reloj de péndulo que colgaba de la pared del salón y la respiración reposada de _____ eran los únicos sonidos perceptibles en esa pacífica mañana. Hacía un buen rato que había terminado de desayunar lo que había ido encontrando en la cocina y ahora estaba tumbada, aburrida en el sofá, contemplando el techo blanco.
Había estado mirando la tele mientras comía y al poco rato la apagó porque no encontraba ningún canal interesante y no tenía ganas de leer por el momento. Su cerebro le exigía entretenimiento, pero se sentía perezosa y nada despertaba realmente sus ganas de hacer algo.
Tal vez si le daba un poco el aire se le aclararía la mente. Uf, qué palo le daba levantarse… Pero, venga, que si no se pasaría todo el día allí tumbada sin hacer absolutamente nada.
Cuando abrió la puerta del balcón, el aire fresco de la calle acarició sus mejillas, aunque ya no se sentía tan frío como el de inicios de primavera. El caluroso verano se iba acercando y _____ no podía evitar dudar si lograría sobrevivir a las elevadas temperaturas de ese año viendo lo mal que lo había pasado el anterior. No era precisamente agradable recordar levantarse a las seis de la mañana empapada de sudor por el calor.
Apartando esos horribles recuerdos de verano, tomó asiento en una silla que había por allí fuera y se dejó caer en ella. Entre los espacios de la baranda observaba cómo se desarrollaba la vida en las calles del barrio: algunos paseaban perros, otros hacían deporte, algún que otro coche pasaba y rompía la tranquilidad de la calle, … La gente seguía con sus vidas, ignorantes de su situación, disfrutando de su lunes…
Con la tontería hacía casi tres días que había empezado todo. ¿Le habría llamado alguien en ese tiempo? ¿Su familia y amigos estarían preocupados por ella? ¿Y sus vecinos? Si tardaba demasiado en regresar, si seguían pasando los días así de rápido y aún estaba atrapada allí, seguramente alguien se preocuparía por ella. ¿Y si tardaba tanto que no llegaba a tiempo para pagar las facturas y el alquiler? ¿Y sus plantas? ¿Y su casa?
Fue entonces que comprendió la gravedad de su situación y todas sus dudas y temores se yuxtaponían en su cabeza.
Si lograba regresar, si lo lograba, ¿qué sería de ella? ¿Cómo justificaría su ausencia? ¿Qué haría con los impagos? ¿Y si no regresaba? ¿Con qué dinero pagaría las cosas y les devolvería los favores que le estaban haciendo? No podía vivir en casa de Antonio de gorra toda su vida, tendría que encontrar un trabajo allí, con lo difícil que ya era en su mundo. ¿Y sus seres queridos? ¿Ya no los vería más? Ni siquiera se había podido despedir de ellos.
Con torpeza y con las manos temblorosas apretadas sobre su frente, entró corriendo al salón. Las lágrimas brotaban sin parar de sus ojos, que buscaban nerviosos el frigorífico.
—Un limón, un limón —repetía con voz trémula mientras rebuscaba en los estantes del electrodoméstico. Recordaba haber oído decir que lamer una rodaja de limón ayudaba a distraer la mente en situaciones así. Por suerte, había medio limón en un rincón y se lo llevó directo a la boca, succionando el líquido ácido al mismo tiempo que intentaba rectificar su respiración agitada. La ansiedad no se la quitaba, pero por lo menos le había servido para calmarse un poco.
Una vez el sabor se volvió insoportable, retiró la fruta de sus labios, se pasó la mano por la cara para retirar el jugo que goteaba de su mentón y se fue al baño a remojarse la cara y limpiarse las lágrimas.
Cuando terminó de secarse el rostro, al levantar la mirada hacia el espejo, se encontró su reflejo desmejorado: tenía la frente, la nariz y las mejillas rojas por la presión de la sangre, los ojos vidriosos e hinchados y los labios, aún temblorosos, no tenían mejor aspecto.
_____ se pasó una mano por la frente y la deslizó hacia la nuca, soltando un suspiro entrecortado. Su mente cansada estaba en blanco y solo sentía desesperación. E impotencia, mucha impotencia.
«Una libreta».
A lo mejor anotando todo lo que le pasaba por la cabeza le ayudaría a ver las cosas con más claridad.
Echó un último vistazo a su reflejo decaído y se fue con pasos pesados hacia la cocina para proyectar su mente frenética en el papel de la pequeña libreta del microondas. Miles de imágenes y pensamientos sofocaban la joven llorosa. No sabía cómo gestionar todo aquello, era demasiado. Se sentía enjaulada. Por mucho que escribiera en el papel empapado por las lágrimas derramadas, nada se ordenaba, nada se resolvía, solo aparecían nuevos problemas.
Le dolía la cara y sentía el corazón punzado.
Estaba tan sumida en su torbellino mental que no se dio cuenta de la llegada de su anfitrión, quien la halló resoplando con una mano sujetando con desespero su frente, mirando fijamente la mesa. El español no tardó en descifrar qué estaba pasando.
Apenado, se acercó a la chica y, con voz suave, volvió a proferir un saludo para anunciar su presencia, apoyando gentilmente su mano en el hombro de _____. La muchacha se sobresaltó por el contacto inesperado y volteó todo su cuerpo para ver de quién se trataba.
Antonio se encontró con el rostro enrojecido y lagrimoso de _____, que cambió la expresión de susto por una de sorpresa. Se sentía avergonzada de haber sido descubierta en ese estado.
—Ay, cariño… —se lamentó Antonio— ¿Necesitas un abrazo?
_____ asintió, enjugando las lágrimas derramadas.
—Ven aquí —dijo acercando la muchacha hacia él para estrecharla contra su pecho mientras le acariciaba con cariño la cabeza.
El confort del abrazo despertó algo en la joven, como una llave abriendo un cerrojo, y liberó el llanto desconsolado que había intentado reprimir todo ese tiempo. Antonio permaneció en silencio, meciéndola con delicadeza y ofreciéndole pañuelos para que se sonase la nariz.
Poco a poco, _____ se iba calmando, recuperando el ritmo normal de su respiración. La tempestad que esos pensamientos habían provocado había aminorado, pero le dolía un montón la cabeza.
—Pe- —jadeó la joven— Perdona… —suspiró—. Por todo esto… —se disculpó un poco avergonzada por lo sucedido.
—No me pidas perdón por esto —le dijo él, finalizando el abrazo—. Tú, saca lo que lleves dentro. No es bueno guardárselo —le sonrió—. Si necesitas llorar, llora sin problema.
—Gracias… —le sonrió ella— Por todo. —Antonio se rio.
—Para eso estamos, mujer —declaró dándole un golpe suave en la espalda, a modo de ánimo. Pero la cara de Antonio adoptó una expresión más seria—. Si quieres hablar del tema… —le invitó— ¡No tiene que ser ahora, claro! —clarificó rápidamente.
La joven bajó la mirada hacia el suelo, con expresión seria, y consideró la oferta de Antonio. Por un lado, no quería bombardearle con más cosas. Pero, por otro, ya había llorado sus penas delante de él, era una de las pocas personas en las que podía confiar en su situación y ya se había mostrado abierto a escucharla.
—Puede ser ahora —decidió levantando la vista nuevamente.
—Sentémonos entonces —ofreció él, señalando con su mano el sofá del salón-comedor.
Ambos se dejaron caer en él.
—Cuando quieras —indicó Antonio prestándole toda atención.
_____ tomó aire.
—Bueno, a demás de lo que ya sabes —empezó—, es básicamente todo lo otro. —Los labios le volvían a temblar—. Es… qué voy a hacer con mi vida, ¿sabes...? —dijo ahogando un sollozo—. ¿Cómo sigo con mi vida? ¿Qué hago si vuelvo mucho más tarde y ya no tengo a donde ir? ¿Qué les cuento a los míos? —jadeó.
El español solo podía escuchar en silencio mientras la miraba con ojos vidriosos.
—Luego —prosiguió la joven con voz temblorosa—, me decís que me vais a ayudar, pero ¿por qué? —le replicó aún sin comprender a qué se debía esa actitud tan servicial de las naciones—. ¿Por qué os molestáis tanto por alguien que no conocéis? No sabéis quién soy, ni siquiera soy realmente de aquí. ¡No tenéis…! —Bajó el tono— No tenéis ningún tipo de compromiso conmigo… —suspiró y se pasó una mano por la cara.
Antonio le tomó la mano y posó la suya encima para reconfortarla.
—Es que, no quiero ser un lastre para vosotros —admitió con voz apocada—. Ya tenéis vuestros problemas. Sois encarnaciones de naciones, ¡per l’amor de Déu! —No quería ni imaginarse lo que debía ser tener que soportar todo lo que ocurre en el mundo sin poder intervenir demasiado en eso, como le habían contado en la reunión—. Si no logro regresar, o si tardo mucho en hacerlo, ¿qué será de mí en esta Tierra que no es la mía?
¿Qué sería de esa vida a la que dedicó tanto esfuerzo?
España retiró la mano de la de la joven y se apoyó completamente en el respaldo del sofá, soltando un profundo suspiro mientras miraba pensativo el techo.
—Para ser honesto, me es difícil responder tus dudas —confesó apenado, volviendo su mirada hacia _____—. Lo que sí te puedo prometer —añadió girándose sobre el sofá para mirarla de frente—, es que si te quedas aquí, me aseguraré de que puedas llevar una vida más o menos normal, encuentres un trabajo y puedas seguir con tu vida aquí. —El tono y la expresión del hombre eran serios.
La muchacha le miraba atenta, conmovida por sus declaraciones.
—En cuanto a por qué nos tomamos tantas molestias… —prosiguió el español— Sinceramente, ojalá lo pudiera hacer con todos los que viven aquí, pero me temo que no soy nada más que un… humano, que digamos, que existe porque también lo hace el país. Más allá de esto, no tengo ninguna habilidad especial, solo años de experiencia y una libertad limitada... Lo mismo se aplica al resto de los nuestros. —Su mirada se volvió algo oscura—. No podemos levantar sospechas, tampoco podemos dejar que quienes no deben sepan de nuestra existencia… Es… Es algo complicado. Vivir así, es duro… No poder hacer nada…
Ahora era el turno de _____ para posar su mano sobre el hombro de Antonio, quien la miraba con esos cálidos ojos verdes vidriosos por las lágrimas que amenazaban con salir.
—Al verte en esa situación, cuando Italia me pidió el favor… Quise ser de ayuda. Me sentí un poco rebelde, pero no hay nada más en este mundo que me haga tan feliz como ver a mi gente ser contenta con sus vidas —reveló la nación—. Sueño… Sueño con que algún día pueda sentir a todos felices, que améis tanto como yo os amo… Escuchar vuestras risas alegres... —declaró emocionado— Es un sentimiento que compartimos todos…
—Antonio-
—¡Pero no va de nosotros ahora! —le interrumpió, rompiendo el ambiente apesadumbrado que se había formado. Se frotó los ojos y se levantó ágil del sofá—. Va de ti —recalcó ofreciendo su mano para ayudarla a levantarse.
_____ no quiso insistir. Por cómo había reaccionado, parecía que Antonio no quería seguir hablando de ello. Así que le sonrió agradecida y tomó su mano. Sentía el pecho más ligero tras haber sacado lo que llevaba dentro.
—¡Venga, salgamos a comer fuera! —le invitó el alegre español— Así nos dará el aire a los dos, que nos conviene —sugirió formando una sonrisa genuina en sus labios.
—Eh… ¿Podemos esperar un momento a que se me deshinche un poco la cara? —solicitó la joven señalando sus ojos aún bastante hinchados. Antonio carcajeó.
—¡Faltaría más!
Dejo aquí la traducción de la expresión para no cortar el momento y porque es prácticamente igual que en español: Per l’amor de Déu: Por el amor de Dios.
Capítulo 2 🐞 Capítulo 4
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