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TigreTulipa

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Captulo 4

Capítulo 4

Captulo 4

_____ se levantó sobresaltada y con la respiración agitada. Le dolía la garganta y sentía las mejillas húmedas por sus lágrimas. La luz de la lámpara de la mesita estaba encendida y la mano de Antonio acariciaba suavemente su cabeza para intentar ayudarla a relajarse.

Todavía medio confusa, se intentó incorporar y se sentó recostando su espalda en el cabecero de la cama, ayudada por Antonio, que le acomodó bien la almohada para mayor confort. Tenía el pijama empapado de sudor.

—¿Qué…? —carraspeó _____—. ¿Qué ha pasado? —jadeó aún desorientada.

—Estabas gritando… —respondió preocupado.

—Otra vez… —resopló dejando caer su peso por completo sobre la almohada.

—Sí… —exhaló él—. Cuando he entrado, te estabas retorciendo y llorando —le explicó mientras le acomodaba también las sábanas—. ¿Te duele algo?

—No… No que yo sepa —dijo confusa—. Siento haberte despertado otra vez…

—No te preocupes por eso —contestó. Cuidar a Romano cuando era pequeño le había preparado para estas situaciones—. ¿Recuerdas qué estabas soñando esta vez?

—No… —suspiró.

—Bueno, mientras te encuentres bien… Voy a buscarte algo relajante para que beber, ahora vuelvo. —Y dicho eso, desapareció por la puerta.

_____ exhaló molesta; estaba harta de despertarse así, de despertar al pobre Antonio y de dormir a trompicones. Lo que más le molestaba era que estos sueños parecían darse sin motivo alguno; no había nada de su día a día que pudiera influir en ellos. Podía haber tenido un día horrible y dormir como un bebé o haber tenido un día de fábula y despertarse como si acabara de correr una maratón. Ni Antonio ni ella lograban encontrar el origen de su malestar nocturno.

—Te he traído un zumo de guindas —anunció el español entrando nuevamente—. Dicen que va bien para dormir, así que compré algunas el otro día e hice un zumo. Espero que te guste —dijo tendiéndole el vaso para que bebiera.

—Gracias. —_____ dio un pequeño sorbo para probarlo y al notar que no estaba tan mal, ingirió con gusto la bebida.

Antonio permaneció allí sentado sobre la cama, esperando a que la muchacha terminara. Le preocupaba la frecuencia con la que se daban esas situaciones y temía que pudieran escalar a algo más grave.

—Si necesitas cualquier cosa, estoy aquí al lado, ¿de acuerdo? —Le recordó él.

_____ asintió lentamente. Volvía a sentir cómo el sueño regresaba a su cuerpo y quiso volver a tumbarse, así que Antonio se levantó y tomó el vaso para que la joven pudiera ponerse cómoda.

—¿Qué hora es? —preguntó somnolienta.

—Poco más de las dos —bostezó cubriéndose la boca con la mano libre—. Aún hay tiempo así que duerme tranquila.

—Gracias, Antonio… —bostezó también _____—. Otra vez…

—No hay de qué —dijo frotándose los ojos. Él también volvía a tener sueño—. ¿Estarás bien para mañana? Puedes quedarte si lo necesitas.

—Tranquilo, creo que estaré bien. No te preocupes —le aseguró ella, pero no parecía muy convencido por sus palabras.

—De acuerdo… —Aceptó poco conforme—, pero no te fuerces, ¿vale? —insistió él—. Espero que puedas descansar bien el resto de la noche… Buenas noches —murmuró marchándose hacia su dormitorio.

—Igualmente —contestó la joven cerrando los ojos.

•·················•🐞•·················•

_____ amaneció sorprendentemente bien; llena de energía para afrontar la mañana y sin la sensación pesada en el pecho que había notado los días anteriores. Una melodía alegre en la radio resonaba de fondo por el apartamento y el aire fresco matutino invitaba a salir de la cama y empezar el día.

Aprovechó para darse una ducha refrescante para despertar su cuerpo mientras bailaba al ritmo de la música en la privacidad del baño. Empujó los pensamientos negativos hacia el fondo de su mente; no quería pensar en nada de eso hoy. No sintiéndose tan feliz tras tantos días de bajón. Dejó que la alegría que había en su pecho se esparciera por el resto de su cuerpo, abrazando la calidez de ese sentimiento.

Tras ponerse el conjunto formal que había dejado preparado el día anterior, se dispuso a ir hacia la cocina, donde Antonio estaba preparando unas deliciosas crepes que olían de maravilla.

Hacía ya algunas semanas que vivía con él y su relación había mejorado muchísimo. Ya no sentía tanto pudor a moverse por el piso como si fuera suyo de toda la vida, ni requería de la insistencia del español para aceptar su ayuda. No había sido fácil, ni lo era, pero había avanzado un montón.

Antonio había resultado ser alguien muy amable. Desde el principio se mostró colaborativo y preocupado por el bienestar de la joven sin esperar nada a cambio y eso le había recompensado con la confianza prácticamente total de _____. Una confianza mutua, porque ella, por su parte, le había demostrado también ser alguien confiable; una humana en la que podía apoyarse y abrirse sin tener que preocuparse por que su secreto saliera a la luz. Realmente se sentía como si fueran familia.

—¡Bon dia pel matí! (¡Buenos días por la mañana!) —le saludó enérgica.

—¡Hombre, qué alegría por la mañana! —se sorprendió gratamente Antonio al apartar ligeramente la vista de la sartén y encontrarse con la risueña muchacha—. Me alegra mucho verte as. —Una amplia y sincera sonrisa se dibujó en sus labios.

—¡Gracias, yo también! —_____, que se balanceaba inquieta apoyando las manos en el marco de la puerta, se impulsó con los brazos y entró de un salto a la cocina.

Antonio se rio disimuladamente ante las acrobacias de su “prima” y apagó el fogón.

—Ea, ya están listas —anunció quitándose el delantal y llevando el plato hacia la mesa.

—¡Guau! Merci, Antonio. Qué pintaza… —admiró _____ salivando al imaginar lo bien que sabrían. Quería hincarles el diente, pero estaba esperando que el cocinero se sentara para comer juntos.

Sobre la mesa había varios ingredientes para rellenar la masa según el gusto de cada uno: chocolate, nata montada, algunos embutidos y quesos, además de varias piezas de fruta cortadas en pequeñito. Antonio también había preparado una jarra de zumo de naranja recién exprimido y había adornado la mesa con un jarrón con unos claveles que habían comprado el otro día en el mercadillo.

—¡Que aproveche! —dijeron al unísono.

Devoraron en silencio el manjar que Antonio había preparado, deleitándose con la sabrosura de aquel plato tan sencillo pero tan delicioso. Tenían que reponer fuerzas, les esperaba un día ajetreado.

Siendo tan cabezota como era, _____ había logrado convencer a la nación para que dejara que le ayudara en algo y poder devolverle el favor de alguna forma. Al principio, España se había negado rotundamente a hacerla trabajar en su estado; no quería que se tuviera que preocupar por otra cosa más. Que le ayudara con las tareas del hogar ya le parecía suficiente. Pero ella había insistido, mucho. Antonio no tuvo más remedio que ceder.

Fue así como se convirtió en la asistenta de España, encarada de ayudarle con el papeleo, llevar los horarios y anotar lo más importante de las reuniones. La nación no tenía la intención de cargarla de trabajo, pero sí de mantenerla entretenida durante su estancia.

•·················•🐞•·················•

—¿Papel? — preguntó Antonio para asegurarse de que estaban listos.

—¡Sí!

—¿Carpeta?

—¡También!

—¿Algo para escribir?

—¡Aquí! —informó la muchacha mostrando el estuche en el que había guardado los bolígrafos.

—¡Pues en marcha! —exclamó España abriendo la puerta para salir.

Hoy tenía lugar la última reunión importante antes de la semana de vacaciones para las naciones. Antonio ya se lo había mencionado algunas veces y cada vez que hablaba de ellas sus ojos parecían brillar aún más. No podían llevar una vida normal como los demás debido a su condición y eso aplicaba también a las festividades, pero tras largos años de insistencia, por no decir súplicas, habían logrado obtener permiso para desconectar un poco de sus roles y descansar como el resto.

Para el par, el trayecto hacia el lugar era corto porque había coincidido que tocaba reunirse en Madrid, así que se desplazaron cómodamente en coche.

—Por cierto —habló Antonio mientras esperaban que el semáforo se pusiera verde—, el resto me ha estado preguntando por ti para saber cómo estabas.

—¿Ah sí? —se sorprendió _____. A ver, siendo una anomalía, normal que preguntaran. Pero que sintieran interés por su bienestar le hacía sentir contenta.

Siendo honesta, tenía muchas ganas de volver a ver al grupo. Aunque pensar en el reencuentro le ponía muy nerviosa… Aún más saber que iba a conocer otros territorios.

—Sí —afirmó él reanudando la marcha —. Espero que no te importe… Les he ido contando cómo estás.

—¿Todo? —Se alertó ella.

—Oh, ¡no, no! Sin entrar en detalles —aclaró rápidamente—. Solo para tenerles al día, no he contado nada personal, te lo juro. No sin tu permiso. Más que nada, les he mencionado tus noches inquietas por si podían ayudarnos.

—Ah, vale… —exhaló relajando los hombros. No es que quisiera ocultarles las cosas, pero tampoco se sentía cómoda compartiendo cosas tan personales como los ataques de ansiedad que había sufrido. Ya se la habían mirado con suficiente pena y tampoco le gustaba sentirse como una niña pequeña que requería de la atención de unos adultos.

Al no haber salido tan temprano, habían tenido la suerte de no encontrarse el atasco que siempre se formaba a la hora en que la mayoría iba a trabajar. Lo que sí habían ido viendo eran muchos coches cargados con maletas hasta los topes. Parecía ser que ya había quienes aprovechaban para irse de vacaciones.

Antonio cambió de dirección y abandonaron la calle principal para entrar en una apenas transitada, con solo tres abuelas que charlaban apoyadas en sus carritos de la compra y un chico joven paseando un perro.

Pronto llegaron a una pequeña y discreta plaza. Había un pequeño jardín con flores y árboles que daban sombra a un edificio de aspecto antiguo con una pequeña placa adornando su fachada que indicaba que era de propiedad gubernamental. El hombre uniformado que había en la puerta les avistó y con gestos les indicó y abrió la puerta del garaje.

—Bueno —dijo Antonio parando por completo el coche tras aparcar—, pues ya hemos llegado.

Ambos abandonaron el vehículo y _____ se colgó la tarjeta identificativa que le había preparado España como autorización para acompañarle.

El interior del edificio parecía ser de inspiración mediterránea: las baldosas eran hidráulicas, al igual que las del piso, y estaban decoradas con motivos azules sobre blanco. Recordaban al mar. Las paredes estaban rebozadas con cal blanca y había varias pinturas de paisajes costaneros españoles colgando de ellas.

—¿Por qué este estilo para el interior? —preguntó intrigada. Madrid no era precisamente cerca del mar, de manera que no debía ser para hacer juego con el paisaje exterior.

Antonio se rio ante la pregunta.

—Antes la decoración era muy diferente —le explicó—, y como echaba de menos la playa al tener que pasar tanto tiempo aquí… Traje el mar a mí.

Mientras seguían conversando sobre el diseño del interior, cruzaron una puerta blanca acristalada y sus pasos resonaron sobre el parqué de la amplia sala en la que entraron. En el centro, había una enorme mesa alargada de madera rodeada de sillas también de madera, con los asientos tapizados con estampados azulados. Parecían ser bastante cómodas.

—Siéntate por aquí, si quieres. —Le ofreció Antonio señalando con la mano los asientos más cercanos a una de las cabeceras de la mesa—. ¿Quieres que te traiga algo para beber? ¿Agua, café, zumo, té?

—Agua, por favor.

—¡Marchando una de agua! —anunció con voz teatral—. Voy y me devuelvo.

_____ soltó una pequeña risilla.

—De acuerdo, gracias —contestó cubriéndose la boca con una mano.

Mientras esperaba su regreso, la muchacha se entretuvo colocando los utensilios que había traído sobre la mesa, dejándolos bien ordenados y listos para cuando los necesitara.

Viendo que tardaba, aprovechó para levantarse y echar un vistazo por uno de los enormes ventanales blancos que resultaban dar a un pequeño y verdoso jardín trasero por el que revoloteaban mariposas y otros insectos. Había flores de varios tipos y formas que pintaban con sus vivos colores el lugar, y elevadas enredaderas que trepaban por las paredes de los edificios colindantes.

El sonido de la manecilla de la puerta hizo que _____ se volteara por completo, esperando ver a Antonio con el agua, pero no era él quien entraba por la puerta.

—¡¡_____!! —exclamó Feliciano abriendo por completo la puerta y corriendo hacia ella para estrujarla entre sus brazos—. ¡Qué alegría verte! ¡Y qué bien te ves! —comentó contento mientras la liberaba de sus brazos para tomar sus manos y traerlas hacia él, observándola sonriente.

La joven, aún sorprendida por el abrazo repentino, le dedicó una amplia sonrisa.

—Buenos días, Feliciano —dijo intentando disimular los nervios que sentía.

Podía sentir la calidez que las manos del italiano emanaban sobre las suyas.

—¡Ay, me puedes llamar Feli sin problema! —Feliciano sacudía con energía las manos de la joven mientras seguía sonriendo.

La alegría que irradiaba ese hombre con sus palabras y carácter era contagiosa.

—España nos ha contado cómo estabas… —comentó soltando sus manos—. ¡Me alegra mucho saber que hoy estás mejor!

Quién mejor que Feli para comparar su estado actual con el de la primera vez que la vio.

—¡Muchas gracias! —Ahora era ella quién le sonreía de oreja a oreja—. La verdad es que Antonio me ha ayudado mucho estos días…

—¡Buenos días, Feli! —saludó España, que había llegado con dos vasos grandes de agua—. Sí que has llegado temprano —observó sorprendido.

Las mejillas del italiano tomaron un leve tono rosado y, frotando nervioso su nuca, soltó su característica risa boba.

—Es que quería asegurarme de poder hablar un poco con vosotros antes de que llegaran los demás. Romano está aparcando el coche.

—Ya está aparcado.

—Hablando del rey de Roma… —rio España mientras dejaba los vasos en la mesa.

Al escuchar el fallido intento de chiste de Antonio, Lovino se detuvo en seco, le miró de arriba abajo, masculló una obscenidad que se ganó una protesta por parte del otro y…. Tropezó nada más entrar.

La batalla entre la gravedad y su orgullo había empezado: Balanceándose usando los brazos para estabilizarse y recuperar el control, logró aguantar el equilibrio y evitar besar el suelo con los dientes.

Acto seguido, se recompuso, se quitó las gafas de sol, las guardó en el bolsillo del pecho de su camisa y se dejó caer en una de las sillas más próximas a la cabecera.

—No habéis visto nada —amenazó señalando con el dedo índice a su hermano y a Antonio. Menos mal que solo estaban ellos.

—Buenos días, Romano —le saludó una voz femenina.

La postura relajada de Romano se volvió tensa en cuestión de segundos y giró la cabeza velozmente para descubrir el origen de esa voz.

Era la misma mujer otra vez.

—«¡¡No me jodas!!» —Ya eran dos las veces que sentía que hacía el ridículo delante de ella.

La cara de Lovino se volvió completamente roja.

—¿Qué…? ¡¿Qué hace ella aquí?! —gritó girándose a los otros dos. Estaba muerto de vergüenza

_____ le miró divertida, cubriéndose la risa con la mano tan disimuladamente como podía para que Romano no tuviera un paro cardíaco. Ya parecía estar sufriendo bastante.

—¿Eh? —se extrañó su hermano—. ¿No te acuerdas? España avisó que vendría con ella. ¿Verdad? —preguntó al español para confirmarlo.

—Lovino… —suspiró Antonio—. Tendrías que leer más atentamente los mensajes del grupo —le regañó negando con la cabeza mientras tomaba asiento delante de él.

—De… ¡¡Dejadme en paz!! —Se alteró el acusado. Ya no sabía dónde meterse—. ¡Además! —exclamó levantándose de la silla para señalar con acusación a Antonio—. ¡No paras de mandar memes de viejo, por eso no leo el grupo!

Antonio se quedó boquiabierto.

—¿Vi... Viejo? —balbuceó.

—¡Entre eso y las fotos de buenos días que manda Arthur, ese grupo parece un asilo! —gritó a pleno pulmón.

—¿A… Asilo? —tartamudeó patitieso el español—. Feli… —lloriqueó mirando al otro, que apartaba la mirada para no verse involucrado—. ¿Tú piensas igual?

—¡¿Eh?! Yo… Esto… Bueno… Eh… Algunos ¿están bien?

—¿Tú también, Feli? —gimoteó Antonio.

—Lo siento…

El espectáculo de los tres hombres se detuvo en seco al escuchar un «Ji… Ji, ji…» y todos fijaron la mirada en _____, a quien, al ser descubierta, se le escapó la risa floja que había estado intentando aguantar. Le sabía mal, pero la situación le parecía tan cómica que no podía evitarlo. Reírse así era muy terapéutico.

—Lo… Lo siento —dijo aún entre risas—. Lo siento… Ya… —Intentó volver a disculparse—. Ya paro… —Y con un poco más de esfuerzo logró contenerse.

Las tres naciones la observaban en silencio: Por un lado, a Antonio y Feliciano les centelleaban los ojos y parecían gratamente sorprendidos. Por otro, Romano, con la mirada perdida, parecía querer desaparecer en ese mismo instante.

—Lo siento —Volvió a disculparse tomando algo de aire—. Eres la leche Romano —declaró secándose las lágrimas—. Ay… Me duele la cara… —se quejó masajeándose las mejillas.

En todo ese tiempo que llevaban conviviendo, Antonio no había visto a _____ reírse tanto, ni tan abiertamente. En especial esos últimos días. Rio para sí mismo; se sentía muy feliz por ella.

—¡Buen trabajo, Lovi! —le felicitó Feli abrazándolo por detrás.

—Por favor, no me habléis… —imploró abatido en la silla.

Ya no le quedaba vergüenza por sentir e ir a hacer vida de ermitaño en las montañas no parecía mal plan.

—¡Buenos días! —saludó una voz jovial—. ¿Qué es todo este escándalo?

—¡Emma! —_____ corrió hacia la belga para abrazarla.

Bélgica la recibió encantada, abriendo completamente los brazos para darle un buen achuchón a su nueva amiga. Todo había empezado cuando la belga llamó a Antonio para preguntar por el estado de _____; como la susodicha estaba justo a su lado en ese momento, le prestó su teléfono para que fuera ella quien la pusiera al día y, pasada una hora, la muchacha seguía sentada en el sofá charlando tranquilamente sin mucha intención de devolverle el teléfono. No fue un caso esporádico; esa situación tuvo lugar muchas otras veces y, al final, entre llamada y llamada, forjaron su amistad.

El reencuentro duró poco: Pronto fueron llegando el resto de naciones y el grupo tuvo que fingir no conocer a _____ cuando España la presentó como su ayudante. Hubo algunas caras de sorpresa, pero si había recibido la aprobación de los jefes, la presencia de una humana no suponía un problema siempre y cuando supiera mantener la boca cerrada. El grupo tendría que esperar a otro momento para seguir con su conversación.

Una vez todos tomaron asiento, se presentaron a la humana con el nombre del territorio que representaban, para evitar cualquier tipo de confusión durante el desarrollo de la reunión. Ese día habían venido algunas naciones balcánicas y bálticas y, a pesar de no ser muchos, le resultó algo difícil retener la información que le habían proporcionado. Pero, a medida que iban interviniendo, fue familiarizándose con sus rostros.

Afortunadamente, había otras caras conocidas: Francia, Reino Unido y Alemania también habían decidido sentarse cerca y, entre todos, habían formado una especie de muro entre ella y los demás para así evitar que atrajese aún más la atención de los demás.

El tema a tratar ese día era encontrar nuevas maneras de hacer prosperar las relaciones diplomáticas entre sus gobiernos. No podían actuar de manera directa como hacían sus gobernantes, de manera que lo único que podían hacer eran lluvias de ideas para luego proponérselas y que ellos decidieran si las aplicaban o no. Pero por lo que podía intuir por el poco entusiasmo que se respiraba en la sala, les hacían poco caso.

A pesar de todo, ellos insistían y proponían ideas que, desde el punto de vista de _____, eran muy buenas y si llegaban a algo más muchas tensiones políticas podrían menguar e incluso desaparecer por completo.

Recordó las palabras de España: «Sueño con que algún día pueda sentir a todos felices»… Había visto tanto dolor en sus ojos cuando lo dijo… Con solo imaginarse cómo debían sentirse al no ser escuchados y ser meros espectadores de su propia historia, se sentía frustrada. No entendía cómo se lo montaban para permanecer optimistas al respecto.

Si hacían caso omiso a las mismísimas naciones, como para que hicieran caso a sus pueblos…

Estonia tenía ahora la palabra y _____ iba tomando notas tan rápido como podía sobre sus propuestas y las intervenciones más interesantes, pero su concentración se empezó a ver afectada por la impresión de estar siendo observada desde hacía un buen rato.

Dudosa, levantó la vista y se encontró con los ojos radiantes de Feli clavados en ella. Le había pillado con las manos en la masa.

Al haber sido descubierto, el italiano se ruborizó y le saludó discretamente con la mano mientras sonreía avergonzado. Ella le devolvió el saludo tímidamente antes de volver a su trabajo.

Alemania, que estaba justo al lado del joven distraído, le dio unos golpecitos en el brazo con el codo para que volviera a prestar atención a lo que Estonia estaba comentando.

•·················•🐞•·················•

—¿Ya se han ido todos? —preguntó François al ver que Antonio había regresado de su expedición para ver si quedaba alguien en el edificio.

El español asintió.

—Tenemos vía libre —anunció sentándose junto al resto.

Todos liberaron el aire que habían estado reteniendo sin darse cuenta con un profundo suspiro.

—Arthur —empezó a hablar el alemán—, ¿hay alguna novedad?

—No…—lamentó viendo cómo las caras expectantes de sus compañeros hacían alguna que otra mueca de decepción—. Los libros que he leído hasta ahora no mencionaban nada que nos pudiera ser de ayuda. —Negó con la cabeza—. Y aún me quedan muchos más por revisar —añadió frotándose la frente con una mano.

—Si sirve de algo —intervino Emma alzando la mano como si pidiera turno para hablar—, por lo menos en mi casa no hay ningún rumor ligado al caso —informó con cierto entusiasmo—: ni en internet, ni por la calle se habla de una luz rara ni nada por el estilo. Así que de momento se podría decir que está un poco bajo control —declaró optimista.

Aun así, no podían evitar mostrarse desanimados; estaban estancados y a ese paso _____ nunca lograría volver a su hogar.

Arthur se sentía especialmente responsable por no haber encontrado nada todavía. Al ser un caso tan extraño, habían confiado en su conocimiento sobre ciencias ocultas para intentar encontrar algo que pudiera explicar la aparición de la mujer, pero no había leído nada que se pareciera ni lo más mínimo a lo sucedido. Ni siquiera un simple conjuro.

Frunció el ceño. Sus compañeros y _____ confiaban en él y sentía que les había fallado. Pero le quedaba mucho por leer, no quería desesperanzarse aún. Descubrir una pista seguía siendo posible.

—Arthur —la joven sentada a su lado le llamó la atención—. ¿Estás bien? —preguntó preocupada.

Al tenerlo tan cerca, la muchacha se había fijado en las sutiles ojeras que descansaban bajo los ojos del rubio. Además, se le notaba cierto cansancio en la voz; su acento inglés era mucho más fuerte al hablar. Sabiendo que se había pasado días leyendo sin descanso, le preocupaba que fuera por su culpa.

—¿Eh? —Arthur giró la vista hacia ella al sentir el contacto de su mano en el brazo y vio su expresión intranquila—. ¡Ah! Sí, sí. No te preocupes—le aseguró él reposando con afecto la mano sobre la que ella tenía en su brazo y le dedicó una tímida sonrisa—. Si lo dices por mis pintas —añadió soltándole la mano para señalar sus ojeras—, es porque no he dormido bien esta noche. He pasado bastante calor en el hotel, así que no he pegado ojo.

—La verdad es que esta semana está haciendo bastante calor —comentó Antonio levantándose de su silla—. Por suerte dicen que dentro de unos días se estará más fresquito —continuó jubiloso, caminando dando pequeños saltos hasta la cabecera de la mesa.

El grupo lo escuchaba atento y _____ se rio por lo bajo, intuyendo lo que se venía al ser algo que ya habían hablado hacía unos días en casa.

—Es por eso —reanudó el español balanceándose nervioso de un lado a otro—. Que me preguntaba si a algunos os gustaría venir a pasar unos días con nosotros al pueblo.

—¿Y la investigación? —cuestionó cortante Ludwig alzando una ceja.

—¡Podemos seguir al volver! —declaró efusivamente Antonio—. ¡A lo mejor incluso nos ayuda a despejar la mente y volvemos con nuevas ideas! —añadió algo desesperado por convencerlo.

Todos se quedaron pensativos, tentados por la oferta. Pero no querían descuidar su compromiso con _____.

—Por mi parte —carraspeó ella, rompiendo el largo silencio—, no tengo problema en esperar. Ya no me vendrá de unos días más. Llevo aquí semanas.

Días atrás jamás habría hecho tales declaraciones, pero había llegado a la conclusión que pensar en cómo iban pasando los días solo le servía para desesperarse aún más. Y eso, al final del día, no le servía para nada más que sufrir tontamente. Si su cabeza no estaba en paz, no podría pensar con claridad y toda la ansiedad que iría acumulando terminaría pasándole factura.

Sí, quería volver a casa. Y sí, cuanto antes mejor. Pero pasarse el día pensando en eso no le estaba haciendo ningún bien. Si tenía que quedarse allí una temporada, intentaría, por lo menos, disfrutar de su estancia. A veces pensaba en lo que había dejado en su mundo, no podía evitarlo, y también pensaba en cómo estarían las cosas por allí. Pero procuraba no dejarse atrapar por el bucle de pensamientos negativos. Tampoco lo estaba pasando mal con ellos.

—Sé que os estáis partiendo el lomo para ayudarme, pero también sé cuán importante es tener estos días libres para vosotros. No quiero privaros de disfrutar de vuestro tiempo libre —finalizó.

—¿Estás segura? —Arthur no parecía muy convencido.

—_____…—habló François con voz tenue—. No queremos que te sientas obligada a esperar por nosotros.

—No me siento obligada, no os preocupéis. —Negó con la cabeza—. Además —añadióirguiéndose de la silla—, creo que tampoco me vendría mal un cambio de aires —sonrió al inglés apoyando la mano sobre su hombro y dedicó otra al resto.

Arthur y los demás le devolvieron el gesto.

—¡Entonces Lovi y yo nos apuntamos! —exclamó Feliciano levantándose también con su hermano agarrado por el brazo.

—¿Ni me vas a preguntar si quiero ir no? —se alteró el otro intentando recuperar su brazo.

—¡Oh, pero Lovino! Hace mucho que no visitamos tranquilamente España —le insistió su hermano—. ¿Hace cuánto que no vamos todos juntos a algún sitio? —preguntó cabizbajo.

Lovino soltó un bufido y miró a Antonio, que miraba al resto, jugueteando nervioso con sus manos a la espera de sus respuestas. No lo pensaba decir en voz alta, pero había días que echaba de menos a Antonio y pasar tiempo con los demás. Acabó cediendo.

Los ojos verdes de Antonio brillaban ante la notícia y se abalanzó eufórico hacia los hermanos para atraparlos en un fuerte abrazo.

—¡Ludwig, ven tú también! —le animó Feliciano.

—Yo…—vaciló.

Siendo sincero consigo mismo, no era un mal plan e ir a visitar el pueblo del que hablaba Antonio le había despertado el interés. Quería pasar los días de descanso disfrutando con sus compañeros. Pero su carácter le dificultaba tomar esa decisión; pausar la búsqueda de pistas y hacer esperar a _____ le causaba incertidumbre. Pero también era cierto que había trabajado muy duro y llevaba todo el año esperando esa merecida semana de reposo, y si ella estaba conforme…

—Si no es mucha molestia —dijo llevándose la mano a la nuca y apartando un poco la mirada—, no diré que no.

Ahora era su turno de ser atrapado en los brazos de Antonio, quien, entre risas, le apretaba con fuerza para no dejarle escapar, haciendo que al francés se le escapara una risilla.

—¿Tú también vienes, verdad, François? —le preguntó emocionado el español.

—Por supuestísimo que sí, eso ni lo preguntes —se animó el francés levantándose también—. Venga, Arthur —dijo dándole una buena palmada en la espalda, ganándose una queja del británico—,¡vente tú también!

—A ver. —Arthur carraspeó—. Si como has prometido no hace tanto calor —consideró dirigiéndose a Antonio, que seguía pegado a Ludwig—, me gustaría venir, sí.

—¡No os arrepentiréis! —les aseguró eufórico, soltando al fin al pobre alemán. Antonio no cabía en sí de gozo.

—¿Y tu Emma? —preguntó la otra muchacha sonriendo a su amiga.

Pero su sonrisa se esfumó rápidamente de sus labios al ver la expresión apenada de la belga.

—Lo siento… —Los bailes de alegría de Antonio cesaron al instante—. Me encantaría ir con vosotros, pero, antes de que todo ocurriera ya había quedado con mi hermano para vernos esos días.

—¿Tu hermano? —preguntó curiosa _____.

—Es Tim, la encarnación de los Países Bajos —le explicó amablemente Feli.

—Sí —suspiró Emma—. A diferencia de Lovi y Feli —continuó señalando con la mano a los hermanos—, nosotros somos países distintos. Nos resulta bastante difícil coincidir fuera de los ámbitos políticos —le contó con una sonrisa amarga—. Quería pasar la semana en su casa, que hace muco que no nos reunimos en familia.

—No te preocupes entonces —la animó _____ posando una mano en su hombro.

—¡Sí! —añadió Feliciano—. No te preocupes, te traeremos muchos recuerdos —le prometió. Eso pareció alegrarla un poco.

—¡Oh! Antonio, ¿Me traerás aceite de oliva, porfis? —preguntó mirándole dulcemente.

—¡Sí! —rio el castaño—. Disfruta tranquila, ¿vale?

—Hablando de hermanos —recordó François—, ¿crees que Gilbert podrá venir, Ludwig?

—Ya le gustaría a ese… —exhaló—. Pidió demasiados días libres para irse por ahí y ahora tiene que recuperar lo que no ha trabajado.

Estaba decidido, pues: serían ellos siete.

Habiendo acordado algunas cosas para el viaje, François, Arthur y Ludwig salieron a toda prisa tras despedirse para poder llegar a tiempo al aeropuerto y no perder su vuelo, mientras que los hermanos italianos y Emma se quedaron a charlar un rato más porque el suyo salía un poco más tarde.

—_____. —Feliciano, que estaba a punto de irse con su hermano, se había girado de repente con la espalda bien erguida.

Cuando sus miradas se encontraron, su postura se volvió mucho más relajada.

—¿Habría alguna manera de poder seguir en contacto contigo? —sonrió jugueteando con sus dedos.

—Eh… —_____ miró vacilante hacia Antonio y este soltó una risa nasal.

—Creo que ya va siendo hora de comprarte un móvil —anunció él posando una mano sobre el hombro de la joven.

Acompañados por Emma, que tenía el vuelo mucho más tarde, Antonio y _____ partieron en busca del teléfono y, ya puestos, a tomar algo para que las dos pudieran pasar algo más de tiempo juntas antes de decirse adiós. Sabían que se verían en persona algunas otras veces y podrían llamarse en cualquier momento a partir de entonces, pero aun así la despedida no fue fácil.

Una vez en casa y en habiendo cenado, aprovechando que Antonio se había ido a su despacho, _____ se tumbó de espaldas en el sofá y se quedó mirando emocionada el dispositivo. No era que en su mundo no tuviera teléfono, pero tras pasar tantos días sin uno propio, le hacía ilusión.

Cambió de posición para tumbarse boca abajo; no sería la primera vez que le caía el móvil en la cara, pero quería evitar que sucediera de nuevo. Algo nerviosa, tragó saliva y escribió y borró varias veces el mensaje que quería enviar a Feliciano para avisarle de que ya tenía teléfono. Cuando el texto fue de su agrado, pulsó el botón para mandárselo. El italiano contestó enseguida con un sticker superadorable, saludándola.

—Llevas pegada al cacharro un buen rato, ¿a qué o quién se debe? —preguntó Antonio, divertido, apareciendo por la puerta.

—¿Eh? —se sorprendió ella y con una sonrisa tonta añadió—: No es nada. ¿Qué hora es?

—La hora de irse a la cama —contestó burlón, cruzándose de brazos.

—Ni que tuviera cinco años, abuelete —bromeó recordando lo que Lovino había dicho.

—¿Abuelete? —protestó fingiendo indignación.

Entre risas, la muchacha apagó la pantalla del dispositivo y se sentó para dejarle un sitio a su «primo». Antonio le revolvió el cabello al dejarse caer en el sofá.

—Hombre, reconoce que ya tienes cierta edad… —se rio ella pasándose una mano por la cabeza.

—Pero de aquí a abuelo aún me quedan siglos… ¡Si estoy en la flor de la vida! —volvió a reír.

Antonio se la quedó mirando, sonriendo. Pero al poco rato su rostro se tornó serio y exhaló un suspiro profundo. _____ había dejado de reírse y lo miraba preocupada por la tristeza y algo más que vio en sus ojos verdes.

Antonio se inclinó hacia delante y cruzó las manos con la mirada perdida en el parqué. Volvió a suspirar.

—Te digo esto —empezó—, sintiendo de todo corazón tu situación, pero —dijo inclinándose hacia atrás para abrazarla de lado—, gracias por estar aquí.

_____ le devolvió rápidamente el abrazo.

—Contigo por aquí, siento que vuelvo a tener una familia —admitió conmovido—. Más que prima, eres como una hermana para mí —añadió—. Gracias.

La sonrisa de Antonio era brillante y sincera. La joven lo estrechó entre sus brazos, enternecida por lo que le acababa de contar.

—No, gracias a ti —contestó mirándolo con los ojos vidriosos—. Para mí también eres como un hermano, Antonio. —Le empezaba a picar la nariz—. Te… —Le temblaron los labios—. Te quiero mucho —profirió llorando a moco tendido.

—Ay, no llores que sino yo también lloraré... —Pero las lágrimas ya brotaban de sus ojos, y con la voz rota declaró—: Yo también te quiero mucho —lloró estrechando a su hermana en un cálido abrazo.

Merci (catalán): Es una expresión bastante usada en Cataluña para dar las gracias de manera informal (aunque yo lo uso casi siempre Xd). Es un préstamo del francés, pero tenemos expresiones de agradecimiento que usan la palabra "mercès", aunque esa se usa en contextos muy formales como "moltes mercès" (muchas gracias). Pero no la he escuchado usar, casi nunca, de manera seria, la verdad.

Aprovecho para avisar que creo que tardaré un tiempo (tampoco mucho, no os preocupéis) en publicar los siguientes capítulos. Lo digo porque si tardo unos meses (espero no tardar demasiado) como con el 3, no os penséis que lo he abandonado Xd. ¡Gracias por leer y hasta la próxima! <3

Capítulo 3 🐞 Capítulo 5

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  • cosmos-drawings
    cosmos-drawings liked this · 1 year ago

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1 year ago

that comment about how you should not borrow grief from the future has saved me multiple times from spiraling into an inescapable state of anxiety. like every time i find myself thinking about how something in the future could go wrong i remember that comment and i think to myself: well i never know, it might get better. it might not even happen the way i think it will and if it does happen and it is sad and bad ill be sad about it then, when it happens. and it’s somehow soo freeing

1 year ago

You ever just wake up from an incredibly graphic and realistic nightmare that was a pure psychological horror based on your own personal phobias and trauma and just roll over like “aw shit I got too hot last night I guess.” And then make toast like you didn’t just experience the nine circles of hell before 9 am

1 year ago
Prlogo

Prólogo

A pesar del pronóstico soleado que se esperaba para ese sábado, _____ se había despertado por el ruido intenso de las gotas golpeando las persianas. Quería seguir durmiendo, pero se había desvelado y le estaba resultando imposible. 

—Pues nada —suspiró pasado un tiempo y sin poder aún regresar al reino de Morfeo. Lentamente, se incorporó, su espalda crujiendo en el proceso, y una mueca se le dibujó en el rostro. Con movimientos vagos y torpes fue subiendo las persianas del piso para que entrara la poca luz que había.

Era temprano y su cuerpo le gritaba que volviera a la cama, calentita y suave. Extremadamente tentador, pero tenía planes para ese día y trabajo acumulado por hacer en casa. Ya descansaría el domingo.

Se paró frente a la ventana que había en la cocina y la abrió, dejando que el olor a lluvia y brisa fresca de primavera empaparan su hogar. Sus ojos cansados observaban la calle mientras el aire le acariciaba la cara apoyada sobre sus brazos en la repisa de la ventana. Junto a la lluvia, resonaban en la calle algunas rejas y persianas de vecinos y comercios, la mañana se iba desarrollando con lentitud.

Tras una última ojeada, se dispuso a calentar agua para el té, puso dos rebanadas de pan en la tostadora y sacó de la nevera el queso para untar, algunos tomates cherri y hojas de rúcula que había comprado la tarde anterior. Se había levantado con hambre y hacía días que le daba vueltas a esas tostadas. Un generoso chorro de aceite de oliva y una pizca de sal y aleh, bon appétit (buen provecho). 

Como la tetera aún no silbaba, _____ sacó las plantas al balcón para aprovechar la lluvia. No le gustaba reconocerlo, pero las había descuidado un poco. A lo mejor colgando una pizarrita o algo en la pared o la nevera le ayudaría a no olvidar tan a menudo las cosas que tenía por hacer. Apuntaría esa idea en un papel para que tampoco se le olvidara.

Con un último esfuerzo sacó la maceta más pesada, soltando un quejido al dejar de aguantar el peso. Se quedó observando la planta, absorta en sus pensamientos hasta que algo rojo le llamó la atención. 

—¿Y tú qué haces aquí? —preguntó burlona a una pequeña mariquita posada sobre una de las hojas de la planta que acababa de sacar—. A ver, ven aquí, hija mía, porque te me vas a ahogar—. Acercó su mano con cuidado y el insecto brillante se subió a su dedo anular. Las patitas le hacían cosquillas. A saber cuánto tiempo llevaba el pobre insecto allí, como mínimo esa noche la había pasado dentro. Con movimientos suaves dejó la mariquita en otra maceta con flores que quedaba protegida de la lluvia, de esa forma no se mojaría y cuando quisiera podría irse. Aunque tuvo que insistirle un poco porque no parecía tener intenciones de bajarse de su dedo. En su intento de enderezarse, los huesos de la espalda se le acabaron de acomodar en un crujido que hizo que se planteara _____ visitar con urgencia un osteópata.

«Una aparte de guapa, crujiente».

Con unos últimos estiramientos volvió hacia dentro para apartar del fuego la tetera que había empezado a silbar y terminar de preparar su desayuno. Entre bocados y sorbos iba poniéndose al día en sus redes sociales, llevándose un gran chasco al consultar el pronóstico para el resto del día: lluvias intensas en gran parte del territorio. Bien por el tema de las sequías, pero a la porra sus planes para salir a dar una vuelta ese día.

Pasó un buen rato hasta que decidió levantarse de la silla y empezar a ordenar y limpiar la casa. La lluvia invitaba a seguir durmiendo, o por lo menos a tumbarse en el sofá con una mantita ligera, pero el deber llamaba y si no lo hacía entonces, lo tendría que hacer el domingo o el lunes… O el martes... Para qué engañarse, seguramente lo haría cuando se empezara a amontonar todo y no tuviera más remedio que guardar bien las cosas.

Tras guardar la ropa en el armario y limpiar a fondo las estancias, puso las sábanas húmedas que había en la lavadora dentro de la secadora; tenía previsto dejarlas secar al sol, pero visto lo visto, tocaba secarlas a máquina. Tener que esperar a que terminara el programa era una excusa perfecta para llevar a cabo lo que había deseado hacer antes: tumbarse en el sofá y ver una película que tenía pendiente desde hacía tiempo. 

Los ojos le pesaban de nuevo ¿Qué le pasaba que tenía tanto sueño? Su pregunta no pudo ser respondida, pues al poco rato se sumergió en un profundo y dulce sueño. Olía a miel y primavera, los botones dorados de las flores se extendían por todo el prado y ella corría entre peces de agua sobre la hierba alta que se iba alejando cada vez más a medida que subía hacia las nubes de algodón. Los hilos de viento que la elevaban cantaban su nombre. Y _____ extendió su brazo hacia arriba, hacia las manos delicadas que se abrían paso en el cielo para recogerla.

«Pronto» pensaba. «Ya casi» se decía tensando los dedos hacia ellas. Y cuando su índice derecho alcanzó una de las manos… Cayó.

Cayó en las profundidades de un mar dorado tan deslumbrante que tuvo que apretar con fuerza los párpados y cubrirlos con las manos mientras aguantaba la respiración. Para que cuando los volviera a abrir, se encontrara de nuevo en el sofá con la manta toda revolucionada tirada en el suelo. Seguía lloviendo, pero unos tímidos rayos de sol bañaban su apartamento haciendo frente a la densidad oscura de las nubes. Miró el reloj, eran pasadas las tres de la tarde.

Se sentó, un poco confusa: Había dormido más de tres horas y aun así se sentía agotada. Llegados a este punto, le preocupaba un poco la situación y se preguntaba seriamente si debería pedir cita al médico. O tal vez ese sueño tan… tan abstracto la había agotado más de lo que estaba. Aunque aún tenía el olor dulce del polen en la nariz.

Pese a no haber comido, no tenía mucha hambre, así que comió algunas de las sobras que tenía en la nevera y se dio una ducha caliente para relajar el cuerpo. Como continuaba estando cansada, decidió irse a dormir más temprano de lo habitual, disfrutando del confort de las sábanas con olor a limpio mientras escuchaba el sonido persistente de la lluvia que parecía caer con más intensidad que antes.

Notas previas 🐞 Capítulo 1

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1 year ago
Usually Its Video Games Instead Of Music But This Is Pretty Much Accurate Hehe

Usually it’s video games instead of music but this is pretty much accurate hehe