
Con un beso me liberó de la cárcel del dolor| IG: @Angelicabarrenoc ☝️ Español/English
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Monstruo En Mi Pecho
Monstruo en mi pecho
Mis pies se detienen sobre el charco, escucho el chapoteo. A mi alrededor la oscuridad se levanta triunfante, mostrando fogonazos de luz como sonrisas sardónicas que se mofan de la poca esperanza en el centro de mi pecho.
Respiro agujas que se repliegan por las aletas de mi nariz. Mis manos tiemblan y el silencio se vuelve tan estridente que apenas puedo soportarlo.
¿Y si al final del túnel, la luz huye de mi presencia?
Ella dijo que siempre podía ir hacia ahí. Que la luz indicaba el camino y que mis pies me llevarían hasta él. Pero hoy, mientras respiro con dificultad y mi pecho se sacude con violencia, intento recordar el camino trazado y me pierdo en el hedor de la abundancia. El hedor de la falsa realidad que nubló mi visión por años.
Hoy, cuando mis pies se han detenido sobre el charco de escarlata viscoso, recuerdo lo difícil que puede llegar a ser respirar. Incluso cuando tus pulmones están limpios, el aire viciado los hace pesar una tonelada, haciéndote desear desplomarte en el suelo.
¿Y por qué sigo en pie, entonces? No lo sé.
Ayer creí que podía continuar, pero hoy me detengo y el nudo en la garganta aprieta con dedos huesudos. Cada atisbo de esperanza se esfuma lentamente entre mis dedos, como si intentara atrapar la arena en medio del azote de la ola. Cada grano se burla de mis esfuerzos y vuelve a irse con la marea, dejándome sin nada. Una vez más.
Poco a poco, veo como la marea roja se lleva todo lo que creí que tenía y a todos aquellos a quienes creí que tenía.
En mi pecho se retuerce el único deseo que mi alma ha podido concretar y plantear. El único que me ha hecho seguir avanzando pese a los látigos que han rasgado la carne de mi espalda y las flechas que han traspasado los tejidos de mi pecho y costillas.
Al final, siempre estoy aquí; unas veces sobre este charco escarlata que se va deslizando por mi cuerpo. Otras veces sobre el verdusco césped del descanso, y otras sobre las fervientes brasas. Pero al final siempre estoy aquí. Contemplando las llagas en mis manos y la falta de protección en mis pies, elevando la mirada esperando ver esa luz más cerca, cuando simplemente titila en la distancia, campante y sonante, burlona y rezagante.
¿Y si era mejor dejarse llevar por la corriente?
Volteo sobre mi hombro, hacia el oscuro mar que silba a la distancia. Nadé en su contra, nadé con la convicción de que era lo único que podía hacer, el único camino para mí. Pero intento dar un paso y no veo camino, solo oscuridad. Es por ello que pienso ¿y si nadar hacia la corriente era lo correcto? ¿Y si reaccionar de la manera en que se suponía que debía reaccionar, era la única respuesta?
No puedo dar con la respuesta por dos razones:
1: algo en mi interior me grita que no tenía más opción. Que para ellos, esa era la opción, pero que mi naturaleza simplemente no iba acorde a ellos.
Y 2: no puedo dar con la respuesta porque ya no estoy en el mar silbante que se sacude con agresividad tras de mí. Salí, y no hay manera de que vuelva a él.
Así que aquí estoy, una vez más. Con el charco escarlata viscoso hasta los tobillos, el viento helado sacudiendo mi cabello mojado. La mirada fija en la luz titilante al final de la oscuridad aunque el monstruo que busca ahorcarme desde el interior de mi pecho me grita que he perdido carne, he perdido lágrimas, he perdido sangre, y he perdido manos que me acaricien.
El monstruo me grita que estoy desangrándome de a poco y que si sigo caminando voy a perder lo que me queda.
Pero es cuando yo le pregunto
¿Qué me queda?
El monstruo no responde. Se retuerce incómodo, pero no responde.
Responde mi corazón presionado con extrema fuerza contra mi esternón: ese único propósito que late a su mismo ritmo y que es el único capaz de hacerme sonreír en medio de esta gélida penumbra que hoy rodea esta humanidad rasgada que es mi cuerpo.
Mi corazón responde resoplando y el monstruo en mi pecho se retuerce una vez más.
Con el nudo en la garganta y dos toneladas en los pulmones, me doy cuenta de que estoy dispuesta a dar otro paso. A avanzar otro paso. Alzo la pierna aun cuando el charco escarlata viscoso intenta retenerla en su interior.
Alzo la pierna y levanto la cabeza, fijando mi mirada en la luz titilante al fondo de las tinieblas.

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angslyrar liked this · 6 years ago
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Nuestra pasión
En medio del ruido incesante de una ciudad que no conoce la anestesia, bajo el implacable mirar de un Dios de ojos de fuego y cabello volcánico, y a través del aire ennegrecido de los resoplidos pesimistas provenientes de cada punto cardinal, bajo mi piel late con fuerza y fervor una pasión capaz de vencer cualquier barrera para unirse con esa que late bajo tu piel. Tu pasión y la mía se conocen, desde la inocencia, desde la picardía, desde ese deseo necesario de tenerse la una a la otra para sobrevivir; desde esos suspiros silenciosos que arrancan sonrisas ensanchadas en nuestros labios; desde la distancia que separa nuestros cuerpos pero junta aún más nuestros corazones. Tu pasión y la mía son una misma que se dividió para sumergirnos en un vinculo tan divino como doloroso. Tu pasión y la mía están esperando para unirse de nuevo, y que, cuando nuestros cuerpos se unan, ellas se vuelvan una otra vez. Tu pasión y la mía. Mi pasión y la tuya. Nuestra pasión.

Mysterious Mouth Appearing in the Back of My Nurse by Salvador Dali (1941)
Ella
Ella, con esos ojos color noche y ese semblante de flameante atardecer, se coló por las esquinas de un muro que prometía protegerme de cazadoras de corazones que flanqueaban el silencio con una sonrisa provocadora que se llevaba mi cordura.
Ella, con esa mirada de ángel y esa sonrisa escondite de intenciones, me hizo creer que iba a dejarme ser la dueña de su alma. Un alma que tenía más resguardos que cualquier palacio real.
Ella, con suspiros pensativos me dejaba deseando más de su compañía. Ella y su búsqueda incierta hizo que le ofreciera un sentimiento que no supo manejar. Un sentimiento que floreció en medio de un incendio voraz que arrasó con todo a su paso. Con todo menos esa flor que le entregué pero que nunca me devolvió.
Ella y sus miedos, ella y sus certezas, ella y su inocencia que no necesariamente se refería a su pureza, logró hacerme entender que no todos entienden lo que les ofrecen. No todos entienden que enamorarse es mucho más que gustarse.
Ella, única y real, valiente y leal, indecisa y temblorosa, confundida y extasiada.
Ella, refulgente y exaltante mujer de deseos dubitativos que sin esperarlo se desvaneció en el horizonte, dejándome una estela de preguntas con una sola respuesta: miedo.
Quizás ya no nos veamos pero siempre estará en mi mente, tal vez no de forma recurrente pero si de manera inconsciente, pues su huella, aunque fugaz, no se borrará.
Ella es de esas que aunque no lo pretendan, dejan marcas en tu piel y alma. Marcas que no van a desaparecer aunque su nombre se disipe en tu mente y no se acerque por mucho tiempo a tu boca.
Como ella hay muchas, pero de su talla, ninguna.
Quizás lo vivido no fue tanto, pero lo que duró fue mágico y la magia perdura. La conexión existió, y aunque el miedo nos separó, su presencia al igual que su ausencia, marcaron punto y aparte en mi corazón.
Ella, con su vendaval acabó con el fuego, y como el invierno con la primavera, se diluyó inesperadamente entre mis suspiros. Dejando tras sí, un valle que de las cenizas se ha reactivado. Gracias a ella, más de una flor ha nacido y aunque su calor se marchó, el mío volvió a surgir, más fuerte y más próspero.
A ella: gracias por una tormenta eléctrica que reanimó los latidos de este sentimiento insondable que hoy conozco con más firmeza y cuya presencia hizo que se marchara la tristeza.

Aunque no quieras se nota cuando alguien te quiere por completo o cuando alguien te quiere a medias.
El amor me hace más fuerte en medio de mi vulnerabilidad